Mas allá de la especie y del dolor
Emma Infante FdCats
Este es un artículo que hace un año que me comprometí a escribir conmocionada aún el incendio de Campanar. Poco podía imaginar que en la misma Comunitat Valenciana el horror de la DANA iba a confirmar la necesidad de salir del armario del antropocentrismo. No hay nada vergonzoso en amar a miembros de otras especies, siempre que estemos a la altura de cuidarlos, protegerlos y honrarlos respetando su naturaleza y sus necesidades.
El incendio de Campanar, ocurrido hace poco más de un año, nos recordó la intensidad del vínculo que tenemos con nuestra familia interespecie. Como periodista, me comprometí a escribir este artículo conmocionada por las imágenes de los rescates, pero el dolor era tan intenso que necesité tiempo para procesarlo. Aquel trágico episodio quedó grabado en nuestras retinas, y jamás olvidaremos la heroica actuación del portero Julián García, quien arriesgó su vida para salvar a los vecinos. En ese momento, hablar de las víctimas no humanas parecía frívolo, pero con el tiempo asumimos con valentía que son parte fundamental de nuestras familias. Los medios de comunicación no solo informaron sobre las víctimas humanas, sino también sobre perros, gatos y otros animales de compañía afectados. Según datos recogidos por colectivos animalistas, se estima que unos cuarenta perros y treinta y seis gatos perdieron la vida en el incendio. Esta cifra, aunque no oficial, nos da una idea de la magnitud de la pérdida para muchas familias.
El despliegue solidario fue impresionante. Clínicas veterinarias y ONG se movilizaron para atender a perros, gatos y otros animales heridos por las llamas, intoxicados por el humo o que habían huido del infierno. Esta respuesta demuestra la creciente conciencia social sobre la familia interespecie y el bienestar ligado a la supervivencia y cuidado animal. Una historia que conmovió a todos fue la de Coco, un gato rescatado con vida ocho días después del incendio. Los bomberos lo encontraron en la planta trece del edificio, refugiado en la hornacina de la columna seca. El reencuentro de Coco con su dueña, Andrea, fue un momento de alegría en medio de tanta tragedia, recordándonos la resistencia y el instinto de supervivencia de nuestros compañeros, dejando de lado el impacto de perder lo que es reemplazable frente a lo único, compartido con seres que sienten. Mientras 105 personas fueron realojadas en hoteles de la ciudad, muchas familias no solo lloraban la pérdida de sus hogares, sino también la de seres muy queridos. A veces, lo que peor se soporta es no haber podido salvar ni proteger a los tuyos, sean humanos o no.
Este suceso nos enseñó que, en momentos de crisis, el vínculo con nuestros animales de compañía se revela como algo profundo e irremplazable. Son parte de nuestra familia y su pérdida nos afecta tanto como la de cualquier ser querido. Las desgracias, por dolorosas que sean, nos sirven para darnos cuenta de la intensidad de estos lazos y la importancia de incluir a nuestros animales en los protocolos de emergencia y en nuestras consideraciones como sociedad.
El mismo año, solo que el 29 de octubre, una tragedia aún mayor, nos volvería a enfrentar al dolor, al sinsentido, a la muerte y al amor profundo que nos inspiran los que nos alientan en las buenas y en las malas, los que nos inspiran y nos empujan, los que nos aman y a veces desesperan pero que nos hacen ser quien somos. No tenemos certeza de cuantos perros y gatos perecieron víctimas de la DANA en las poblaciones valencianas arrasadas. Algunos ahogados, otros asfixiados, muchos por traumatismos y también por inanición víctimas del retraso y descoordinación en los rescates. La imagen viral de una mujer rescatada en helicóptero con su perro en brazos y un gato en su transportín se convirtió en un símbolo de una unión inquebrantable. Numerosos valencianos se negaron a ser evacuados sin miembros de su familia especialmente vulnerables, demostrando que los consideran parte indivisible de sus familias.
Los equipos de rescate han evolucionado en su enfoque, reconociendo la importancia de salvar tanto a las personas como a sus animales de compañía. Las personas que se dedican al salvamento, ahora mismo, son menos renuentes a ejercer su heroica labor entendiendo como un todo, como un grupo indivisible a las personas y sus animales de compañía. El durante y el después de un desastre no es para nada lo mismo si uno o más miembros de tu familia han quedado atrás, los has dejado atrás o no has podido no dejarlos atrás. Las pérdidas materiales tienen una dimensión y una naturaleza a las pérdidas afectivas. Las pérdidas afectivas profundas son las relacionadas con seres que sienten, sean humanos o no.
En el campo de fútbol del Sporting Benimaclet, una marea solidaria de voluntariado, incluyendo veterinario/as y vecino/as, estableció un centro logístico para el cuidado de animales afectados por la DANA. En una semana, lograron rescatar a más de 400 animales, entre miembros de familias y animales criados en granjas. Hasta no hace mucho cuando se hablaba de desastres y animales se referían únicamente a datos dentro del listado de pérdidas materiales. Por ejemplo, se ha publicado que “la Conselleria de Agricultura, Agua, Ganadería y Pesca de Valencia retiró más de 2.950 cadáveres de animales de diecisiete explotaciones ganaderas para evitar riesgos de salud pública”. La salud pública importa, obviamente, pero también la dimensión moral que hace que los humanos seamos responsables de las vidas y del bienestar de las vidas que propiciamos. Esta nueva perspectiva refleja un cambio en la sociedad española, como lo hubo en el Código Civil que reconoce a los animales como seres sintientes, influenciado también por la Ley 7/2023 de Protección de Derechos de los Animales y una creciente conciencia sobre el valor de las vidas no humanas en nuestras propias vidas y nuestra propia identidad.
En una manifestación contra el presidente Mazón, una mujer expresó su dolor: «La DANA mató a mi marido, mis dos hijos y mis dos perros», evidenciando cómo las pérdidas afectivas trascienden las especies. No hace falta una devastación tan extrema para sentir la punzada de la crueldad que no perdonó, ni a los guardianes de su consuelo.
Este desastre nos recuerda la importancia de incluir a los animales en los protocolos de emergencia y rescate. Quiero creer que, a diferencia del extraño episodio ocurrido con los podencos atrapados durante la erupción del volcán de La Palma en 2023, hoy existiría una mayor conciencia y preparación para proteger a todos los miembros de la familia, humanos y no humanos. Desde aquí Gracias a todos aquellos que arriesgaron sus vidas para salvar a otros, a los que curaron, acogieron y donaron, y a los medios de comunicación que han tratado esta tragedia de manera equilibrada, reconociendo el valor de todas las vidas afectadas.
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